Raúl Torres: Más cubano que nunca.
Por Felix Eduardo Varela
Lenny Kravitz entró en la sala junto al Guayabero, haló un sillón y se sentó a su lado. El legendario cantor cubano ordenó al camarero un ron peleón, mientras que la estrella neoyorkina se inclinó por un trago de Johnny Walker Black Label con soda. Se arrellanaron en las cómodas sillas de aquel bar del centro de Madrid, y se dispusieron a disfrutar del concierto acústico.
Hubiera podido ser así, pero el cantautor cubano Raúl Torres no les pudo avisar a ninguno de los dos con tiempo. Sin embargo, en un ambiente distendido e intimista, Raulito -como le llaman los cercanos- les saludó desde el escenario con el homenaje creativo que lo emparenta con ellos.
Desde el pequeño proscenio, sus últimas canciones se fueron mezclando con las ya antológicas creaciones que lo hicieron famoso, a finales de los 80 del siglo pasado, en la escena de la ya envejecida Nueva Trova en La Habana.
"Sin duda lo mejor de su generación en Cuba,” dijo de él una de las figuras esenciales de la Nueva Trova cubana, Pablo Milanés. “Su voz, de estilo personalísimo, su música, al lado de la vanguardia musical del continente, sus imágenes y sus textos en general, conforman a uno de los artistas jóvenes más sólidos del panorama cubano actual," agregó el autor de “Yolanda”, padrino musical y amigo personal del joven trovador cubano.
Los éxitos cosechados por Raulito lo hacen miembro fundador de la Academía Latina de Artes y Ciencia de la Grabación, Inc., lo que le vale para participar en la votación de las nominaciones finales de la entrega anual del premio Grammy Latino.
Raúl Torres nació hace poco más de 40 años en la oriental ciudad monumento de Bayamo, heróico escenario de las luchas por la independencia cubana en tiempos del colonialismo español, y cuna de uno de los ritmos caribeños que más ha trotado el mundo: el son.
Sin embargo, es en Matanzas, región central de Cuba, donde crece y se da a conocer artísticamente. Aquí, desde muy niño, es donde se pone en contacto con la poesía matancera, y donde recibe numerosos premios en festivales, junto a grupos de teatro y música.
De hecho, en pleno concierto, Raulito me sorprendió con un tema de otra gloria cubana, Cándido Fabré, después de recrear una anecdota de su niñez, cuando ganó un premio cantando una canción de Repilado y Hierrezuelo, esos Compadres que hicieron leyenda mucho antes de que una segunda oleada de fama llevara a Compay Segundo y la música cubana a lugares como el Carnegie Hall de Nueva York.
A la pregunta de si escucha todavia a la vieja trova, Raulito asiente: “Por supuesto que sí, es algo esencial en mí, no puedo renunciar a mis raíces. Como conté, yo pertenecí al dúo Los Compadritos, apadrinados por los Compadres, y cantábamos canciones tradicionales. Fue lo primero que aprendí, canciones de Compay Segundo, de (Miguel) Matamoros, Maria Teresa Vera, Sindo Garay, de todo el mundo. No puedo renunciar a esa parte de mi vida. En Matanzas siempre estuve inmerso en ese tipo de música, y me gustaba. También me gustaba Pablo Milanés y eso, pero me gustaba la guaracha, el son tradicional, las canciones tradicionales”.
A finales de 1989, se presenta en concierto invitado por Pablo Milanés, e interpreta canciones que le hacen ganar una gran popularidad en Cuba como cantautor. Este mismo año, incluye cinco canciones en el disco “Con-ciertos amigos”, en unión de Xiomara Laugart y Milanés.
Dos años más tarde participa en el disco "Canto de la Abuela" de Pablo, que incluye uno de sus mayores éxitos, "Candil de Nieve", un dueto de referencia para la música cubana, que presenta en directo en Cuba y México.
En 1993 viaja a Brasil, para grabar con la cantante Simone "Se fue", incluído en el disco “La Distancia” de la artista brasilera.
En este último país permanece dos años y medio, investigando las diferentes ramas de la vasta música brasileña y haciendo giras, tanto en solitario como con figuras nacionales de reconocimiento mundial.
Su primer álbum en solitario, "Candil de nieve" (PM Records, Cuba), ve la luz por fin en 1996. Acompaña este trabajo en estudio con varios conciertos en los auditorios más importantes de Cuba, hasta que a finales del 1996 viaja a España para presentar el disco.
Al año siguiente comparte escenario con Joaquín Sabina en la Plaza de Toros de Tenerife. Regresa a Cuba con este, para participar en un macroconcierto destinado a recaudar fondos para los enfermos de VIH de Cuba, junto a Fito Páez, Pablo Milanés y Santiago Feliú, en el Parque Lenin de La Habana.
“Esa fue la etapa en que empecé a salir de y a volver a Cuba de una manera bastante frecuente,” nos dice Raulito. “Era yo como una especie de resorte entre España y Cuba en aquel tiempo. Ese intercambio me sirvió mucho profesionalmente, porque fue la época en que me empecé a codear con los monstruos de la canción, no diría contestataria, porque es un término bastante de nosotros, sino la canción de denuncia social. Empecé a admirarlos, y bueno, no es por hablar de influencia en sí, pero sí se me pegó lo bueno de ellos. Aprendí mucho de esa gente.”
De vuelta a España, graba y presenta su segundo trabajo discográfico, el primero de distribución mundial, "Ala de luz" (Milán Records, Francia).
"El “Candil de Nieve”, rememora Raulito "fue un disco casi de trampolín, un disco puente para el otro disco, el “Ala de Luz”, porque apenas trabajé en él." "Yo diría más bien," abundó el artista, "que son dos discos que pertenecen a una misma serie, como si yo hubiera hecho un álbum doble, porque lo grabé en muy poco tiempo, casi en el mismo año. Pero antes de salir de Cuba ya yo cantaba canciones del segundo disco."
Entre 1998 y 2004 se presenta junto a una nutrida lista de artistas que incluye a la cantautora portuguesa Mafalda Beiga (expo de Lisboa), repite con Sabina (Valencia y Madrid), y junto a Caco Senante (Islas Canarias), así como junto a prestigiosas figuras internacionales del jazz.
En 2005, como miembro del proyecto Gondwana, graba y se presenta en directo junto a Rubén Dantras, Ronny de Asís y otros destacados artistas de Brasil.
Sus temas han sido versionados por voces que van desde cantautores como Pablo Milanés, Ana Belén, Xiomara Laugart, Simone, Alba Molina y Alejandra Botto, hasta grupos como Los Van Van y Mal de amores, entre otros.
Actualmente, Torres acaba de terminar su disco “Maqueta de Platino”, ejecutado casi íntegramente por él y algunos de sus amigos. El CD, grabado domésticamente y mezclado en diferentes estudios, incluye 18 temas, insertando tanto canciones de corte social y trovadorescas como baladas rock.
La poesía sigue ahí, un poco más ceñida al cuerpo, con una correa menos larga y más cómoda para maniobrar; poesía curtida que termina brindando la experiencia, concisa y directa a la hora de fotografiar la cotidianeidad, de alto vuelo y acabado cuando expresa ideas atascadas o emociones fuertes.
Por más que se corra, uno nunca va a escapar de su identidad. Por eso el trasfondo en cada canción de Torres siempre deja un sabor a Cuba. Esto no sólo sucede en los coqueteos con el son, sino también con sonidos poco tradicionales para el estereotipado dispasón musical cubano, pero que han estado siempre latentes en la escena subterránea de la isla.
“Me sucede algo bastante interesante”, nos dice el trovador. “Estando aquí, en Madrid -llevo ya ocho años- me siento más hermanado con la música cubana, empiezo a descubrir matices desde fuera, que no veía estando en Cuba. Yo no sé si es una especie de castigo que me toca por alejarme, pero me parece que al no estar allí, empiezo a descubrir cosas en la música cubana y en la cultura cubana en general, que me hacen estar todavía más cerca de mis raíces. Ahora me informo de una manera mucho más constante de lo que está pasando musicalmente en Cuba, sé de toda la gente nueva que están saliendo, que están haciendo cosas interesantes, y no me puedo separar de ello, es algo que está muy arraigado en mí.”
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