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INSUFICIENTE ADIÓS AL PLÁTANO
por Ariel Díaz

Pocas palabras llegan con la sorpresa. Un silencio largo hace que las imágenes pasen como en un cine, mientras trato de acomodarlas en la mente ante la noticia: “Se murió el Plátano”.

Con sus tantas historias a cuestas, sus poemas lúgubres y cercanos, sus dibujos y pinturas, sus fotos (las ciertas y las imaginadas), el Plátano nos ha dejado con el misterio de su ausencia repentina e inexplicable. A todos nos parece mentira. De voz en voz pasa el asombro como una epidemia que cala en el pecho y nos hace mirarlo nuevamente. Tal vez nunca supo, que él también quedó plasmado en las fotografías que hacemos de nuestras propias vidas. Interpuesto entre la mirada y el escenario, trató de hacer nuestro mejor retrato y tal vez lo logró.

El olvido es la peste de nuestros tiempos. Y es que hemos perdido nuestro espejo en esta ciudad que cada vez se mira más en las vidrieras ajenas y menos en sus propios charcos. Cuántas veces habremos seguido de largo ante la viejita que cuida el baño, el señor que revende el periódico o el triste amolador de tijeras. Este hombrecito, aparentemente breve, es el más auténtico símbolo del ciudadano común, del transeúnte real, sin barnices de riqueza ni perfumes de gloria.

Se entregó como un devoto a pegar nuestros afiches en cada superficie posible, bajo amenaza de multas; a repartir como un niño en plena fiesta los volantes de conciertos y exposiciones. Murmuraba noticias y anunciaba el más mínimo rincón de arte como quien grita un evangelio en medio de la sordera nacional. Mal pagado centinela de nuestras aspiraciones, público fiel y alentador de los más nuevos.

Su muerte nos conmueve y su historia nos compromete a recordarlo con justicia. Plátano nuestro de cada día, nos aburríamos de oírte y ahora mismo te pedimos un discurso más, un par de palabras que anuncien, por lo menos, cuanto vas a tardar en regresar.

En esta era digital, petrolífera y desmemoriada no podemos hacer menos que estar orgullosos de haber estado alguna vez cerca de ti. Te decimos adiós desde cada guitarra, desde todos los escenarios donde se siga subiendo este canto valiente y masacrado. Desde nuestras soledades camufladas y nuestras miserias inconfesas. Desde nuestra cordura convenida y nuestra limpieza aparente.

Ningún adiós es completo. Con tu partida nuestro ejército ha sido diezmado, pero tu recuerdo nos acompañará en la última carga.

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