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La locura de Julio Fowler

Por Raquel Ortiz


Me estrello con las “Utopías” sin poder evitarlo. Escuchando tu voz vienen a mi memoria las muchas veces que las palabras de aliento acunaron mi ser. Aquellos sueños que parecían rotos se han unido para enseñarme/nos que mar adentro, entre olas, se vive mejor. Tu melodía envuelve la noche y repito en extinción que continúo viva gracias a una nota, una forma de encender la conciencia apagada por los días, en medio de éste renacer en el que nos encontramos.

Cada uno por un camino diferente viene a verse en mitad de la tarde. Tú traes en tu equipaje limpio el corazón y yo vengo a regalarte un poema tras la conversación. Nos reconocemos. Por fin algunos seres humanos se sienten y todo esta en equilibrio. Te digo, entre risas y cañas, que no envejecimos, pequeñas confesiones que nos permite esta ciudad gracias a un breve encuentro. La locura me da la bienvenida y yo, que pensé que era la única, me siento acompañada de confianza y sinceridad. Sigues siendo un muchacho pegado a una sonrisa, repleto de sueños que lanzas a bocajarro contra los sordos de intenciones. Sigues rechazando propiedades y reivindicando libertades. Sigues proclamando el valor de la palabra, de la primera que quiso dibujar sensaciones de amistad y yo quiero rescatar cada una de las sílabas para ir más allá del primer sentido y quién sabe, de la primera vez que pudiste salvarte de los horarios y de las obligaciones, asaltando la ciudad entre guitarras y ritmos.

Tu cd da vueltas y vueltas dentro de un aparato obsoleto y polvoriento, he tenido que sacar de no sé donde las mañas suficientes para hacerle funcionar gracias a tu regalo. Regalo que pones en mi inspiración para crearte afectos y darte todos los amuletos que unas frases pueden contener. Querido mío: Ahora vengo yo a plagiar todas las letras de éste tu último trabajo porque los tiempos que corren son estos tiempos, no hay otro modo de evitar la rapidez con que se mueven las manillas del reloj, por mucho que nos colguemos a ellas y queramos parar el devenir del ritmo frenético en una sociedad que jerarquiza incluso nuestros sentimientos, pero Julio todavía quedan lugares que nos llenan de serenidad, aquellos por los que viajamos cada vez que de frente nos escuchamos.

Tú estas ahí y te veo, sensibilizando lo invisible nos lo cantas, escribiendo sobre un más allá de todo lo preestablecido, nimiedades que conviertes en grandes batallas, personajes teñidos por el trajín diario, muros donde el amor es un buen motivo para vivir y asesinatos con entrega de besos, corazas que resquebrajas sin buscar otra cosa que al ser humano y el descanso de un guerrero vencido, el sueño después de un sueño.

Últimamente llevo una frase conmigo, digo siempre que puedo que “el amor es suficiente para crear maravillas”, serán los años y las vivencias (adivino ahora la mitad de tu sonrisa) o será que nadie pudo evitar que siga siendo un alma de veinte gramos viajera por entre los enigmas de los sentimientos, fuera como fuera, vibro con tu música, porque después de ti existe un mensaje que descifrado me transporta al lugar del que provengo: la más sana de todas las locuras, detrás de todo lo imposible, recordándome que Don Quijote no estaba equivocado ante los molinos.

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