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Julio Hdz al descubierto

Por Félix Eduardo Varela


Para el cantautor Julio Hernández, el hecho de haber nacido en La Habana obra una especie de magia definitoria en él. Por eso lo convido entonces a sentarse en el malecón, la tarde cayendo, arropados por el sonido de las olas que rompen en el muro, dónde no necesitaré proteger mi grabadora del salitre, pues la marea no subirá más que en nuestra imaginación de nostálgicos habaneros.

“En mi familia mi tío tocaba la guitarra y cantaba,” me va contando mientras nos pedimos un trago en la barra imaginaria, “aunque comenzó y siempre fue aficionado a esto del canto. Mis padres no tenían nada que ver con la música, e incluso querían que me dedicara a otras cosas más gratas, mi madre quería que fuera ingeniero como mi padre, y él quería que me hiciese médico, algo que siempre le gustó.”


“A mi me gustaba escuchar a mi tío tocar a los Beatles", le asalta el recuerdo de la mágica presencia, casi filial, de los de Liverpool. “Mi tío era autodidacta, nunca aprendió en serio,” sonríe y aclara “aunque recibió alguna clase, y yo estaba fascinado con la guitarra y sus posibilidades expresivas. Así que me regalaron una; rusa por más señas, de aquellas que en el diapasón tenían un tornillo para ajustarle el brazo, y comencé a tocar.”


Autodidacta como su tío, Julio Hernández compone sus primeras canciones por allá por 1989, mientras cumple el Servicio Militar Obligatorio en Cuba. En 1991 se presenta en un concierto organizado por la Asociación Hermanos Saíz (A.H.S.) en la Casa del Joven Creador de Ciudad de la Habana.

Es seleccionado Proyecto Nacional Priorizado de la AHS en los primeros dos Festivales “Los Días de la Música” en 1992 y 1994, respectivamente. Participa en programas de la Televisión Cubana, y comparte escenario con figuras del Movimiento de la Nueva Trova como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Sara González, Marta Campos, José Antonio Quesada, Gerardo Alfonso y Alberto Tosca, entre otros.

En 1995 viaja a Brasil, para realizar presentaciones junto a reconocidos interpretes de la música brasileña como Chico Cesar e Ivan Lins en Sao Paulo, y Beth Carvalho y Martininho da Vila en Rio de Janeiro.


De los muchos conciertos en La Habana, vale destacar los que hizo en el Castillo de la Fuerza en conmemoración del 481 aniversario de la fundación de la Habana, en 1995, y en la Sala Ernesto “Che” Guevara de la Casa de las Américas, flanqueado por sus compañeros de causa Fernando Bécquer, Aldo Antonio García y David Sirgado, ese mismo año.

España, y particularmente Madrid, se abre a este músico en el año 1995, cuando comienza a radicar aquí, y ya hay pocas plazas que no se conozca: ha actuado en Cantabria (Obra Social del Caja Cantabria, 1998, Palacio de los Festivales el mismo año), País Vasco (Gaztelupe en Azkoitia, en Beasaín, Azpeitia y Bilbao), Andalucía (La Carbonería), y Gran Canarias.

Las canciones de Julio Hernández apuntan a la fusión de estilos musicales, entre los que hallamos cubanos, como el son, el son montuno, la guaracha o el cha cha cha, y la amplia gama de ritmos con los que ha tenido contacto, como la bossa nova, la MPB o el funky. Esta mezcla resulta en un producto diverso, con una sonoridad propia y una voz singular dentro del amplio abanico de la canción de autor.


Entrevista a Julio Hernández


¿Qué ha pasado entre aquellas primeras canciones en el servicio militar y ahora?


He crecido. A pesar de no terminar en ninguna escuela una formación musical, encontré y aún encuentro en mi camino a mucha gente que me influencia. No solo músicos. En una escuela, con las personas que me cruzo en mi trabajo, en las noches de Madrid o en un día cualquiera en la Habana, en Nápoles hay gente que sin que lo sepa influye mi obra. Eso significa aprendizaje y crecimiento. He perdido la inocencia y he ganado en compromiso con la música, con la canción.


Si hubieses nacido en Brasil, ¿cuanto hubiese cambiado tu historia hasta ahora?


No lo sé. En una favela en que estuve hace 15 años, un grupo de chicos tocaba una cosa rara que luego supe que era batucada al estilo de Chico Science, mezclando percusión brasileña y funk. Si hubiese nacido allí, a mi me hubiese gustado ser uno de ellos. Quizá hubiese terminado en una banda, porque lo músicos son ídolos queridísimos. O estaría enamorado de la música cubana o argentina.


¿Sobre que ritmos prefieres trabajar las canciones? ¿Qué nace primero, música o letra?


Los ritmos son una mezcla de lo que sientes y lo que eres. Yo siento que la música es un reflejo de mi sangre africana, por eso me decanto hacia la percusión que he escuchado desde niño, en un toque de arará, esa es la bomba que mueve mis pies, mi sangre. Por otro lado, están los cánticos de las ceremonias de espiritismos de cordón, con su cadencia reiterativas. Incluirlos en mis canciones ha sido un reto, porque ahí está la verdadera fusión cubana en que lo afro repetido se da la mano con las letras castellanas de los cánticos, al ser “del gran poder” o a la “comisión” de negros congos que bajan a cumplir su misión, como dicen las canciones. Esa mezcla de religiosidad y cultura negra alimenta muchos de mis temas y temáticas. Por otro lado para mi hacer canciones es como caer en un trance. No pongo antes la canción o las letras, tienen que bajar ambas, tiene que ser un sortilegio. Algo que se pare integro. Como cuando un niño viene al mundo, que no llegan primeros los brazos y tres días después las piernas, y una semana más tarde la cabeza. Lo que sucede es que, al igual que educas al muchacho, tienes que darle forma a las canciones para que parezcan un conjunto coherente. Una vez que crecen, ellas mismas se van haciendo imprescindibles para ti, o las dejas en un cajón para que terminen de madurar.


¿Qué te ha dado España, y que te ha quitado?


España me ha dado la posibilidad de investigar, descubrir y encontrarme como persona. Me ha dado un trabajo y unas cuantas canas. Una esposa, tres novias y la libertad de elegir quien soy a cada momento. Me ha quitado lo que no he sabido defender, o lo que ya no me ha interesado conservar. Me ha arrebatado parte de la inocencia y eso se lo tengo que agradecer, porque en ciertos momentos funcionaba como lastre.


¿Hay público hoy en día para la trova (cantautores)?


Siempre que haya alguien con la capacidad de conmoverse, con ganas de escuchar algo diferente, o simplemente gente con ganas de pasarlo bien y divertirse, habrá trova. Porque nadie puede decirme que la trova es aburrida: “Marea (pero me encanta)” de Boris Larramendi, es pura letra y ritmo. Lo que echo en falta es una idea que yo pensaba exclusiva de Cuba y me he dado cuenta que es universal. Las canciones siguen siendo instrumento de control político y social, y se salva quien entra por el aro.


La libertad creativa está condenada al ostracismo, hasta que sean beneficiosas para alguno de estos dos mecanismos de control, sino mira al rap o al reggaeton, primero perseguidos y luego hasta Obama tiene el suyo. Con la trova, la canción de autor; es lo mismo, mientras eran explotables fueron utilizados, ahora parece que pensar es un tabú, y dentro de muy poco será un delito en este mundo en que todo ha de ser mascado, deglutido y regurgitado antes de que lo reciba el receptor final (el espectador, el oyente, o el lector).


Se ha banalizado mucho con ciertas excusas, el pop, la cultura de masas, sin pensar que el arte entró en una línea de producción en que el resultado no era siempre un producto de calidad, sino en muchas ocasiones carente de ella. Luego, la Globalización desembocó en dos vertientes, una el nacimiento de productos novedosos y otra en el surgimiento de una amalgama, que yo llamo Generalización, que se digiere pronto pero que a la larga ha terminado por indigestarnos. No obstante yo soy amante de la diversidad y a fusión, y tengo fe en que siempre habrá un espacio para creación pura, mezclada y diversa y en ese punto está, entre muchas otras vertientes de las artes la trova.


¿Cuanto te ha aportado el intercambio con cantautores españoles?


Los creadores españoles son muy prolíficos, te impresionaría ver la cantidad de ellos con distintos matices que hay en Andalucía, Cataluña y en conjunto en toda España. Esos matices son los que me han aportado miles de formas y modos de acercarme a la música en España.


Dicen que la crisis es una fuente de inspiración… ¿Qué crees de esa afirmación?


Eso es un axioma viejo. La necesidad es la madre de todas las artes y esta crisis va a ser germen de algo nuevo. Que, eso lo dirá el tiempo, después del 29 el jazz sufrió un adelanto, en pintura se desarrollaron las vanguardias; tras la crisis de los 90 en Cuba surgieron la timba y mucho del actual hip-hop en la Isla. También tras la crisis hubo una guerra; pero de cualquier modo tras un momento de conmoción hay una necesidad de desahogo y creo que las artes quedarán tocadas con la crisis y los artistas tendrán caldo de cultivo para sus obras.


¿Qué te haría iniciar una revolución?¿Qué te haría ir contra ella?


Comenzaría una revolución si el concepto de justicia careciese de sentido. Es la base, junto al respeto a la paz. Pero iniciar una revolución no es solo que mi sentido de justicia o de respeto sea violentado, haría falta un sentimiento similar en muchas personas, de lo contrario mi acto no sería heroico, sino un suicidio. Eso si, iría contra ella si siento que la revolución pierda sentido. El sentido de una revolución no es solo que cambie el status quo, lo estructural de lo establecido, sino que no se encalle, no se enquiste, no se momifique. Eso le resta sentido, porque va contra su definición, contra su esencia. Y no hay nada que subleve más que la falta de coherencia.


Además de cantautor, algo te desahogas con tus escritos, ¿no?


Escribo. Leo, busco aficiones que hagan que se me menee la neurona. Tengo un blog “Algo tendrá que cambiar para que nada cambie”, y un espacio en Facebook, que de momento actualizo yo solo. Pero me gusta la fotografía y el retoque fotográfico. Y cuando no, camino con una agendita por Madrid y me siento a escribir en un parque.


¿Qué crees de la escena musical cubana en Madrid y en España en general? ¿Y de los que quedaron en La Habana?


En España hay muchos músicos cubanos de distintas vertientes, compositores, ejecutantes, y llegan con un bagaje ampliamente certificado. La prueba está en que se los van rifando. La realidad es que la rifa está cada vez más justa, pero no por la calidad de los artistas, digamos que porque las condiciones objetivas han cambiado. Fuera de eso, te puedo hablar del respeto profundo que siento por las obras de tres artistas como Luis Barbería, magnifico ejecutante, y de Vanito Brown y Alejandro Gutierrez, dos compositores de los que hablará el futuro.


Cuba sigue siendo el país de los artistas innatos. Y en todas las ocasiones en que viajo me encuentro a músicos nuevos, virtuosos y talentosos. Tienen buena cuna y mejor entorno. Puedo citar a Fernando Becquer, Samuel Aguila, Adrían Berasain, Mauricio Figueiral, Pedro Veritas de La séptima cuerda, en fin… cada uno ha desarrollado un estilo propio, inter-influidos, porque la comunicación entre ambos lados del charco se intenta mantener. Pero con marcas de identidad definidas. A mi me parece muy viva y en constante evolución la escena musical cubana, y no solo la de la Habana. En Las Villas hay un movimiento, joven y sobretodo trasgresor, evolucionario en ideas.


¿Proyectos futuros? ¿Discos? ¿Nuevos espectáculos?


Estoy inquieto porque me he involucrado en un nuevo proyecto con un músico salmantino Javi Montes, un tipo talentoso e innovador, con un concepto musical muy adelantado que mezcla música de Brasil, neosoul y de Argentina de una forma novedosa e inteligente, y Los Hermanos Toch de Argentina, que hacen un reggae fusionado con música funk y bandoneón con una potencia impresionante. Pues, con su colaboración, estoy trabajando en un proyecto sin nombre aún, pero que estará listo a finales de año. Además, cuento con la colaboración de Roberto Biela, percusionista brasileño y Victor Martinez, percusionista cubano con quien llevo colaborando desde el anterior disco. Con ello estoy haciendo una amalgama que al terminar dará algún resultado. De momento lo que escucho suena bien. Demasiado bien.


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