Terreno de Pelota publicó en exclusiva la carta que envió el escritor y poeta cubano Félix Sánchez Rodríguez a las revistas cubanas La Jiribilla, Caimán Barbudo, La Gaceta, Esquife e Invasor, sobre un hecho que ha generado gran polémica en la isla: La periodista de Cubavisión, Julia Osendi, omitió en un noticiero televisivo el histórico jonrón de Kendry Morales ante Brasil en 2003, en la Copa Mundial.
¿QUÉ OCURRIÓ CON EL JONRÓN DECISIVO DE KENDRY MORALES?
(Carta abierta a la comentarista deportiva Julia Osendi)
Ciego de Ávila, 13 de septiembre de 2009
Estimada Julia:
Su rememoración en el espacio deportivo del Noticiero del Mediodía —este 9 de septiembre— de aquel partido histórico frente a Brasil en el Mundial de Beisbol del 2003, contado todo con la clarísima intención de que el héroe real del juego resultara ignorado, que aquel jonrón decisivo en el noveno inning con Yulieski en tercera y a punto de irnos por primera vez sin medallas en un evento de esa alcurnia, desapareciera, sencillamente me ha indignado.
Es que las grandes consignas necesitan inevitablemente expresarse en la práctica cotidiana o se hacen retórica. ¿Se cumple así, en esa versión suya de uno de los momentos más emocionantes de nuestro beisbol, con el “no mentir jamás” contenido en el concepto de Revolución dado por Fidel? ¿Es que alguien cree todavía a estas alturas que ese “ocultar” al traidor hace bien al prestigio del país, a la ética del periodismo, que así se realiza trabajo político ideológico, así se ganan las batallas de las ideas, así se educa a un pueblo?
No sé qué habrán pensado los miles de cubanos que saben la historia verdadera, que la vivieron, cuando vieron en sus televisores únicamente el batazo de Yulieski, y la oyeron a usted decir que los héroes de ese juego fueron Michel Enríquez, Odelín y Yulieski Gurriel. No lo sé, sí, pero lo imagino, y usted, estoy seguro, también lo puede imaginar porque conoce bien a nuestro pueblo y su sentido de la justicia. ¿Es que se puede adulterar impunemente la verdad ante una cámara de TV sin que ocurra nada, sin sonrojarnos?
Me pregunto y le pregunto además: ¿Existe algún principio revolucionario que pueda sustentar esa manipulación? ¿No es eso un fraude tan fraude como otro, o peor? ¿Es ese el modo como el periodismo deportivo responde a la necesidad imperiosa de asumir nuestra historia con sus luces y sombras?
¿Ha escuchado usted alguna vez esta frase: “Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad”? Pertenece a Martí. Hay decenas de sentencias martianas sobre la verdad y no es casual ello. ¿Somos fieles a una revolución martiana, dignos de ella, cuando nos falta el valor para aceptar las cosas como fueron, o permitimos, con el silencio, que otros quieran acomodar la historia a sus deseos? ¿Es que creemos que nos hace fuertes y no débiles la falta de valor para contar siempre los hechos apegados a la estricta verdad? ¿Necesita un pueblo tan valiente tergiversar, ocultar hechos y nombres, no de un gran suceso histórico, político, sino ya de un simple partido de beisbol?
¿Ha pensado usted lo que sucedería si algún día nos diera por borrar de las acciones mambisas del 68 y el 95 a todos aquellos generales que fueron héroes con el machete y después en la República no estuvieron a la altura de su propio historial?
Creo que el periodismo deportivo cubano tiene todo el derecho a no hacer un “Confesiones de grandes” con Kendry Morales, ni dedicarle un documental o el nombre de una peña deportiva. Bien, eso puede defenderse, argumentarse. Que no se quiere repetir epítetos de aquella jornada, se quiere evitar el elogio, nada de “el prometedor jonronero”, nada de “un alumno aventajado de otros grandes como Gourriel y Kindelán”, bien, eso puede comprenderse.
Pero, ¿hay algún modo de defender con decoro y ética el acto de contar parcialmente la historia por el simple deseo de no mencionar un nombre que ahora consideramos maldito? ¿Cree usted entonces que los nuevos libros sobre Playa Girón deben excluir la hazaña de un piloto de guerra que años después abandonó el país? ¿Nos da moral un acto así, de abierta desinformación, para criticar después a otros cuando sacan hechos y personajes de su historia para acomodarla a sus propios intereses?
La historia es tozuda, Jula, y los hombres no podemos rescribirla a gusto. Ningún poder puede contra ella. Ahí está aún, en el sitio http://www.granma.cubaweb.cu/eventos/mundial35/not/index.html, y con la firma prestigiosa de su colega Sigfredo Barro, la verdad de esa noche en que media Cuba saltó y aplaudió a su héroe.
Kendry Morales puso a brincar a los miles de espectadores reunidos en el Latinoamericano con el batazo más importante de su vida, un jonronazo a la segunda sección de gradas del jardín derecho, para arruinar el formidable trabajo del derecho Kleber Ojima y meter a Cuba en la semifinal de la XXXV Copa Mundial de Béisbol (…) la garra cubana salió a relucir…¡y de que manera! Con la afición gritando ¡Cuba, Cuba, Cuba!, Yulieski se acordó de sus ilustres ancestros y llegó a tercera con un triple. Era el lanzamiento 120 de Ojima y el prólogo de su revés. Kendry se paró en el plato y después de dos bolas descargó toda su fuerza sobre la Mizuno 150 y la puso a volar como un proyectil. Espectacular encuentro, matizado por las lágrimas del derecho brasileño, merecedor de todo el reconocimiento por su formidable desempeño.
También en El Habanero digital, al reseñarse la victoria siguiente, sobre Taipei de China, el periodista volvía entonces sobre esa verdad:
Los cubanos pegaron ocho imparables, incluidos sendos cuadrangulares de Yulieski Gourriel y Kendry Morales, para provocar el deleite de los cerca de 25 mil aficionados presentes en el Coloso del Cerro. Héroes del ya histórico partido del miércoles precedente frente a Brasil, Kendry encontró en base al propio Gourriel y a Carlos Tabares para abrir el marcador en el tercer capítulo, en tanto Yulieski impulsó en el séptimo a Michel Enríquez.
¿Si eso está ahí, así, en la historia, a qué vienen esas tijeras actuales de “censura deportiva”? Me asusta pensar, Julia, que acumulando hechos como ese la sociedad superior, más humana, justa, ética, que le hemos prometido a nuestros nietos, a la que millones de cubanos le hemos dedicado nuestra juventud y nuestro sudor, pueda terminar un día extraviada, corrompida por prácticas como aquellas que se nos cuentan en la terrible fantasía de una novela como 1984. Aquí le transcribo este fragmento de 1984.
Este proceso de continua alteración no se aplicaba sólo a los periódicos, sino a los libros, revistas, folletos, carteles, programas, películas, bandas sonoras, historietas para niños, fotografías…, es decir, a toda clase de documentación o literatura que pudiera tener algún significado político o ideológico. Diariamente y casi minuto por minuto, el pasado era puesto al día (…) Toda la historia se convertía así en un palimpsesto, raspado y vuelto a escribir con toda la frecuencia necesaria.
¿Terrible, verdad? Sí, por eso me gustaría conocer su opinión, sus argumentos para ese recuento adulterado de aquel partido entre Cuba y Brasil. ¿Hay en el INDER, en la UPEC, en la TV, alguien autorizado para emular con Dios y decir esto que pasó no pasó? ¿Puede ser más fuerte el deseo de sancionar con el olvido que el respeto que nos merece siempre la verdad, esa que como sentenciara el maestro José de la Luz y Caballero es la única que “…nos pondrá la toga viril”? ¿No nos basta con la amarga lección de aquellos países amigos que podando méritos a sus villanos y manchas a sus héroes acabaron construyéndose una realidad paródica, un pasado de cirugía estética sobre el cual les fue imposible sostenerse?
No se quede callada, por favor. La tengo a usted por una mujer cubanísima, de criterios, y por eso, y más, admirable. Usted sabe que no se trata de un hecho aislado este del día 9, ni de una falta que únicamente ha cometido usted, que usted inaugura. De ahí el carácter público de esta carta.
Últimamente han aparecido en Juventud Rebelde y Granma artículos que parecen atacar desde sus generalizaciones todas esas prácticas relacionadas con la simulación, con la imagen, con el temor a la verdad, pero adolecen de un defecto que a mi modo de ver los hace inútiles: critican lo que está ocurriendo simultáneamente y no lo que acaba de ocurrir en concreto, de modo que al hablar de algo abstracto, sin nombres y fechas, todo el mundo deja al vecino el darse por aludido.
Como soy enemigo de esta crítica infuncional me he ceñido a ese momento específico del 9 de septiembre. Es solo un hecho, pero así, enfrentando hechos concretos, es como único veo posible ascender por la escalera de la guerra a aquello que hoy nos frena, desvirtúa y amenaza.
Necesitamos en la Cuba de estos tiempos, más que la crítica de ropaje filosófico, de profundidad simbólica, la crítica oportuna, concreta y denunciante.
Estoy convencido de que debatir abiertamente sobre cosas puntuales como estas será un modo valiente de luchar porque tontos recelos, mentalidades burocráticas, dogmatismos trasnochados, estrechas concepciones sobre la eticidad y lo revolucionario, no nos lleguen a avergonzar ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Huir de la verdad, Julia, será siempre innoble y cobarde. Ese juego ante Brasil se ganó porque tras el triple de Yulieski vino el espectacular jonrón de Kendry Morales. Y si no ha cambiado el beisbol, el bateador que impulsa el empate y la victoria y cambia el destino de un juego, es el héroe de ese juego. Y si lo hace en el noveno inning y con un jonrón, es un superhéroe, así de simple, duela a quien duela. Ese batazo no lo dio el pelotero que luego abandonó el país, lo dio el pelotero que entonces todos aplaudían, mimaban, entrevistaban. Esa es la verdad, y lanzar un manto sobre ella es moralmente censurable.
Permítame terminar mis palabras con este lema que tanto gustaba al gran filósofo, marxista y luchador italiano Antonio Gramsci, y con el que fue consecuente siempre: “Toda verdad es revolucionaria”.
Con la más alta consideración y afecto,
Félix Sánchez Rodríguez
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