Suele encontrarse en los pueblos pequeños, por lo general, a un personaje pintoresco y carismático conocido por todos; a veces muy querido y a veces no tanto. Este personaje ha tenido siempre una vida "anterior" desconocida por la mayoría de los habitantes del pueblo y esa vida ha tenido, en muchos casos, un valor y una riqueza que pudieran sorprender a cualquiera… Con una puesta apoyada fundamentalmente en la labor del actor, con economía de recursos escenográficos y tecnológicos y con la presencia de un trovador que hace las veces de presentador, a la vez que enlaza y culmina las historias apoyando la acción dramática con la música en vivo, el espectáculo transita por momentos de la vida (o la muerte) de tres personajes que, no por cubanos, dejan de ser universales.
Tabaquito el loco, Sandó el jardinero, Elías el haitiano, Carlos el limpiabotas, Juan el manco, Falcón la perra y muchos otros de quienes se contaban historias que rayaban casi en lo fantástico, llenaron mi infancia de recuerdos imborrables. Ellos podían haber sido cualquiera de los tres Juanes; ellos o cualquiera de los cientos, o miles que deambulan por la ciudad cada día y que no vemos, o no queremos ver, porque se nos encoge el corazón o se nos agranda la vergüenza. Esta obra está concebida para que sus vidas no se pierdan en los rescoldos de la memoria y de algún modo se salve su humilde legado. A la memoria de mi padre, que tanto conoció y me contó de gentes como estas.Justo Salas
FUNCIÓN ÚNICA
LUGAR: SALA GABINETE DE TEATRO (General Palanca, 7, Madrid)
DÍA: 4 DE FEBRERO
HORA: 21:30
Sobre la obra:
Teatro La Maleta con su obra Los Tres Juanes y el Mar ha seleccionado diferentes textos que llevados a la interpretación no sólo provocan la risa sino que también, en alguna ocasión, conducen al llanto. A través de las narraciones 'Un brindis por el Zonzo', 'Me gusta el mar' y 'El caballo de coral' unidas en un mismo espectáculo, nos asomamos a un paisaje diferente pero no por ello menos real y paseamos por él desde el principio hasta el final de la mano de Justo Salas Alfonso, que interpretando en soledad cada uno de los personajes de éstos textos nos conduce a la ternura, a la locura y a la tristeza de manos de la borrachera, de las visiones en el fondo del mar o del mar mismo como medio para huir de la realidad y lo hace con tal maestría que los que podemos vivir ese momento en el que el actor se coloca ante el público arrancándole la lágrima y la risa al mismo tiempo nos observamos perplejos, como si formáramos parte del espectáculo, como si la vida nos la hubiera convertido en una obra o como si todos fuéramos espectadores de nuestra propia vida.
Cuando el público asistente se mueve de un lado para otro, se enrosca en la silla, se columpia en ella, cruza nerviosamente las piernas, apoya la cara en las manos y levemente ladea la cabeza está expresando que se aburre, que piensa en salir a tomar una cerveza o que esta deseando que se haga un descanso para estirarse. Con Teatro La Maleta es improbable que esto ocurra, Justo Salas se adentra sin ataduras en la creación del personaje de forma que la interpretación es lo que hace que la obra cobre un sentido tal, que sin olvidar lo brillante de los textos, se convierte en un actor que comunica con el público a través de las miradas, los gestos, los silencios, las palabras, los gritos, las risas y las lágrimas.
Este hombre menudo se hace grande en el escenario y ocupa todo el espacio, se mete tan dentro del papel que cala en el espectador inamovible ratificando que, para que un texto original se considere grandioso, la interpretación y puesta en escena deben ser brillantes, invitando a la reflexión profunda y al conocimiento austero de una población que escondida se nos presenta para enseñarnos que cualquiera podríamos ver visiones, sentir visiones, soñar visiones.
Una de las mejores representaciones de la marginalidad, de la locura y de la somnolencia que todo ser humano carga sobre sus hombros.
(Raquel Ortiz Pancrasia, Conexión Cubana)
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