Adiós Westinghouse
Por M. García.
Aquellos que han estado un poco ajenos a la realidad doméstica cubana podrían no recordar los tantos programas de "ayuda" a la familia cubana que han existido.
No me refiero a ningún tipo de ayuda al estilo del gobierno norteamericano. Más bien hablo de los tan esperados cambios de efectos domésticos. En ello incluyo el reemplazo de cocinas de kerosén (popularmente llamado luz brillante, como si fuera una traducción al idioma de los nativos norteamericanos) por cocinas eléctricas y la "reina", la olla de presión eléctrica.
Como todo "programa de ayuda", es recibido con beneplácito y con gran acumulación de paciencia previa. La estrella de estos reemplazos es, claro está, el refrigerador.
Si estuviéramos haciendo un reporte para una publicación foránea, pudiéramos decir que cada casa de Cuba posee un ejemplar tan diferente de refrigerador que si se pusieran todos juntos se podría hacer un museo de la refrigeración sin limites de épocas, estilos, fabricantes o nacionalidades.
Si una cosa buena podría tener el calentamiento global y la subida de los precios del petróleo, debería ser el hecho de que gracias a ellos en Cuba el gobierno posibilitó el recambio de refrigeradores viejos y gastadores de electricidad por nuevos y relucientemente blancos refrigeradores chinos de la marca Haier.
Además, para más inri, son entregados en cada casa, como si fuera un servicio de entrega formal y disciplinado. No nos engañemos. Echémosle un vistazo al procedimiento desde un principio.
Todo comienza una bella mañana, meses antes de que se realice el esperado cambio. Una persona por cuadra, casi siempre la responsable del CDR (para los ajenos al tema y los 'olvidadizos', Comité de Defensa de
En fin, que esperas al siguiente día. Llega la mañana y nadie en la cuadra fue a trabajar esperando al refrigerador, en una situación parecida a la que se da en la película española Bienvenido Señor Marshall.
Se presenta un camión a la entrada de tu casa y entran dos "elementos" de los "avezados y siempre heroicos" grupos de trabajadores sociales. Jóvenes con ansias de ayudar a la sociedad en cualquier frente que se necesite, y a prueba de cualquier tipo de corrupción.
Media hora después llegan los cargadores de refrigeradores, como si fuesen enterradores, y se llevan al "muerto vivo" (no olvidemos mencionar que para el cambio el refrigerador debe estar funcionando a la perfección). Tres o cuatro horas después llegan los camiones de nuevo, cargados con las cajas de cartón, en cuyo interior se encuentran los nuevos inquilinos refrigerantes. Mismo procedimiento a la inversa y listo.
Jeff, el novio estadounidense de mi vecina Zuleimis me comenta que el presenciar toda esa actividad le resulta totalmente sorprendente. "Es el único país del mundo donde le gobierno distribuye nuevos equipos a la población de manera gratis", me dice. ¿¡Gratis!?, respondo yo cual conde hemófilo de Vampiros en
Mi vecino Ramón, al que le cambiaron el frío hace un mes, lo llevó peor. Resulta que el suyo nuevo llegó con defectos y solicitó el cambio. Se lo cambiaron a la semana, cuando ya los vecinos se habían cansado de conservarle sus exiguas fuentes alimenticias. A los tres días se rompió el reemplazo. Pobrecito.
Ya cuando el reemplazo se estaba aclimatando, exterior e interiormente, a su nueva casa, le llegó a Ramón el tercer inquilino refrigerante. ¡Al fin! Conecta el aparato y... tampoco funcionaba.
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