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Vanito: El camerino se parece a 13 y 8.

Por Félix Eduardo Varela


He tenido la suerte de escuchar a Ihosvany Caballero (Vanito) cantando boleros de antaño, sufriendo los mismos síntomas que aquellos negros afro-norteamericanos enfermos de blues. He escuchado de su boca a uno de los grandes de la vitrola etílica como Orlando Contreras, pero también versiones ‘unplugged’ de Porno para Ricardo.

Es que Vanito siempre sorprende. Como confesara en otra entrevista, prefiere ‘militar en lo humano más que en cualquier otro -ismo’. Según él, plantearse hoy ser verdaderamente humano, todos los días, es una meta difícil, pero algo que vale la pena, por lo hermoso.

Recuerdo con nitidez a Lucha Almada en uno de los pocos conciertos que dieron en La Habana, y recuerdo reír de la suspicacia con que las canciones estaban elaboradas, diciendo bastante en una época en la que no se encontraba más viñeta social que la de los Van Van y NG La Banda.

También recuerdo cuando caminando por Obispo, en una tienda de música que todavía sigue en el mismo lugar, encontré el que probablemente fuera el último -y muy maltratado- ejemplar que quedaba de aquel ‘Vendiéndolo todo’ editado en 1995, que escuchaba a menudo en Radio Ciudad Habana.

Como mismo le confesé, añoro algunos temas que ya Vanito no canta. Habana Abierta es el hábitat desde donde respira, observa y ocasionalmente muerde. Es que ya Vanito ha ido y venido, ya es difícil contarle y que él no cuente. A todo lugar ha llegado para brindar parte de su alegría y de su reflexión, prestándote desinteresadamente sus herramientas para ser feliz. Más importante: a pesar de lo difícil que le puede resultar, Vanito sigue siendo irremediablemente humano.


P: Ihosvany Caballero Brown, ¿más caballero que Vanito, o más ‘vanito’ que Caballero?

V: Tan Vanito como Ihosvany, y tan Caballero como Brown. Muy Caballero por mi padre, y muy Brown por mi madre. Vanito es un apocope de Ihosvanito, que suena fatal. Mi papá me lo apocopó… ahí ya tenemos un trabalenguas. (risas)

P: ¿Quién es Vanito?

V: Vanito es lo que ves, el que canta. Para el que no me conoce, el que se aparece por ahí por los sitios con la guitarra a cantar, miembro de Habana Abierta también. Para los que me conocen, ya sabes, que quieres que te diga…

P: ¿Qué te ha dado España y qué te ha quitado?

V: Estoy aquí en gran medida por casualidad. Hace once años no pensaba que iba a estar aquí en este momento. Igual no sé si estaré en este país dentro de otros once años, o dentro de tres días. España me ha dado soledad, ese derecho raro del que me habló un día Salvador Lemis. Libertad y soledad se parecen mucho, libertad hasta de mí mismo. El placer de contrastarme y reconocerme en la diferencia. Me gustan mucho el cambio y el contraste, me divierten. Quizás salí a esto, a divertirme.

P: ¿Cuando fue al primera vez que cogiste una guitarra en tus manos?

V: A mi padre, aficionado por entonces, le gustaba Silvio, y tocaba canciones como Ojalá. En mi casa había una guitarra por ahí, y yo siempre estaba agarrándola por las cuerdas, era un juguete más, y no lo ha dejado de ser.

P: ¿Estudiaste guitarra?

V: No. Primero mi papá me enseñó acordes fáciles, La menor, Mi menor, porque mis deditos no daban para otra cosa. Luego de adolescente, en la Lenin -mi escuela- Fernandito Rodríguez -el autor de “Ese hombre está loco”- y yo jugábamos a “fusilar” cuanta canción sonara y nos gustara. Para mí fue un hobby, autodidáctica, hasta que terminé de estudiar, muy cerca de Carlitos Varela y Polito Ibáñez en la facultad de Artes Escénicas del ISA. Por cierto, todavía no me he graduado. Cambié la graduación por un viaje a Argentina, que aproveché para cantar mis propias cosas. Fue en el verano de 1993 exactamente.

P: ¿Entonces vino Lucha Almada?

V: Lucha Almada nace precisamente de esa experiencia, inmediatamente. Con esas mismas ganas, y esa misma velocidad que le entré a la cuestión. Fueron ‘bolitos’ que hice en Argentina, a nivel de amigos, un bar por aquí, un pub por allá, nada del otro mundo, pero regresé con una velocidad a La Habana, con la guitarra eléctrica, reuní a todos mis amigos de Lucha Almada, a cumplir aquel sueño que nos habíamos prometido, porque realmente lo habíamos planeado desde antes.

Estando en el preuniversitario nos dijimos “Vamos a estudiar una carrera y vamos a devolverle los estudios a nuestros padres, que bastante se han sacrificado para que estudiemos, les regalamos el titulo, y formamos una banda de rockn’roll.” Burlamos todos los mecanismos de evaluación de músicos, burlamos toda la burocracia que había, porque era un grupo en el que nadie sabía tocar nada, el guitarrista llevaba un año nada más con la guitarra eléctrica; el baterista tenía mucho sentido del ritmo, pero nunca había tocado una batería, hicimos una batería ‘clon’ y estuvimos un año repartiendo palos, y ensayando hasta de madrugada para poder ponerla. El primer bajista, Fernando Rubio, lo mismo con un bajo Musima.

P: ¿Quiénes eran?

V: Eduardo Kairús el guitarrista, ingeniero industrial, quien ahora vive en Argentina. Gerardo Díaz que era ingeniero mecánico, al bajo se incorporó Angelito Pérez en sustitución de Fernando Rubio. Nunca había tocado bajo, la plaza vacante, pero había estudiado guitarra y sabia de armonía, era el que más música sabía de los cuatro que terminamos siendo. Y Alejandro Gutiérrez, guitarra y voz, junto conmigo.

P: Hay gente que le pone muchas etiquetas a 13 y 8, ¿qué fue para tí?

V: Para mí el punto de partida de lo que es hoy Habana Abierta. 13 y 8 es también todo eso que ha suscitado, básicamente era un lugar de encuentro, era el lugar donde nos encontrábamos todos los que estábamos interesados en hacer canciones propias y compartir el instinto de no querer parecernos a nadie vivo ni muerto. Teníamos que hablar con voz propia. Compartíamos una conciencia generacional, y éramos bastante atentos a lo que venia pasando, y bastante críticos y autocríticos, aun entre nosotros mismos.

P: ¿Puede alguien escapar de su identidad?

V: Sí, puedes. Yo burlé la mía en cuanto me subí al primer avión hacia el extranjero. Ojo con la identidad, puede volverse una venda ante el resto de las identidades. Entonces llega el racismo, los nacionalismos estériles, el ‘patrioterismo’, el chovinismo tonto y todas las dictaduras de la historia que se amparan en los complejos colectivos de inferioridad que ellas mismas fomentan. ¿Pero, en serio, en qué momento aparece la identidad? ¿A qué edad?

P: ¿En qué momento te sientes más cubano?

V: No me siento más cubano ahora, ni lo contrario. Me siento también madrileño, y español. Apartando la parte ‘chunga’ del término. Sencillamente, a mí en lo personal me determina inmediatamente más una decisión que tome el presidente de este país, que una decisión que tome el gobierno cubano. Un cambio de tarifa, cualquier cosa. Mi identidad, las cosas con las que me identifico, ya no son puramente cubanas.

P: ¿Pero los cambios en Cuba y lo que pasa con Cuba te sigue afectando, no?

V: Sí y no. Estoy al tanto en la mayor medida posible de todo lo que pasa en Cuba y con Cuba. Mi hijo también vive aquí. Sé que Cuba podría convertirse en su casa en cualquier momento, debo vigilar su futuro desde el presente, y participar como pueda en los caminos hacia mejor.

P: Si Dios fuera un músico, ¿quién sería?

V: Yo soy panteísta, o politeísta; creo más en la pluralidad de Dios que en el Dios único. Respeto la Fe con mayúsculas, los dioses de cada cual. Sería herético con cada uno si me impusiera preferencias. Mi lista de dioses y santos de la música es muy amplia, ahora mismo me vienen muchos a la cabeza, pero no me atrevería a decirte uno en específico, te digo uno y a lo mejor otro necesita más promoción, sería injusto. Ni siquiera te diría lo que llevo ahora mismo en mi iPod.

P: ¿Cómo te sentiste en Cuba, cuando se llenó la Tropical?

V: Era la constatación de que 13 y 8 había tenido sentido. Aquella corazonada de entonces, de que lo que estábamos haciendo tenía sentido.

P: ¿No te esperabas aquello?

V: Nos hubiéramos conformado. Las cosas que nos han llegado, que hemos obtenido, no las hemos pedido, nos las hemos ganado. Nos hemos ganado el respeto de gente muy responsable de la historia cultural cubana y latina, y a la vez que nos halaga nos endeuda, porque hemos entrado en un equipo de trabajo de gente muy admirada por nosotros, y hemos entrado, sobre todo, en la admiración de un publico cubano, de un publico de Miami, de un publico español que nos compromete. Estamos comprometidos sobre todo con lo que hemos hecho, ya en lo estrictamente individual, personal y profesional, porque la gente sigue pidiendo, siguen saliendo cosas, y no puedes parar.

La vida sigue, y te van saliendo canciones, y no puedes ponerte un filtro, tienes que seguir dando, luchando. Ese filtro que me lo ponga otro, pero no me lo pongo yo. Cada cual que haga su trabajo, yo estoy haciendo el mío, que no es un trabajo. Lleva trabajo, y pongo a trabajar a mucha gente cuando lo hago, después que haces la canción hay una persona que va a cobrar por poner las luces cuando la cantes, te vas dando cuenta de eso también, te vas abriendo, no basta con que hagas la canción, no puedes quedártela y cantarla entre cuatro paredes, como muchas canciones se han quedado. Estas haciendo una canción que la están esperando, y que esta saliendo y la tienes ahí encharcada, tienes que sacarla porque se estanca y se pudre.

P: ¿Extrañas aquel 13 y 8?

V: Antes vivíamos más cerca los unos de los otros. Eso lo extraño, pero no te creas, ahora hay menos reuniones tertulianas, hacíamos tertulia porque no había lugares, la tertulia era un escenario en si. De hecho le poníamos nombre a los conciertos, actuábamos en la Casa del Joven Creador un día, y decíamos “el concierto se llama tal”, y a las tres semanas actuábamos en el Museo de Artes Decorativas, y le poníamos otro. Era un ansia de acuñar o empacar, de darle a la gente algo minimamente acabado, pero en escenarios muy empíricos y austeros, los museos, las casa, las tertulias.

Ahora el lugar donde solemos hacerlo es en las salas, entonces nos vemos todo Habana Abierta. Hemos pretendido ser una prolongación, el no abandonar aquel 13 y 8, porque si no, nos hubiéramos ido todos, ni siquiera viviríamos todos en Madrid. Si te das cuenta, en nuestros conciertos estamos haciendo aquello, pero no de cara a nosotros, como solía ser en las tertulias y descargas, sino de frente a la gente, todos a la vez, escuchándonos. El camerino se parece a 13 y 8.

P: ¿Prefieres conciertos con formato de banda o solitarios?

V: Yo prefiero no tirarme el pedo más alto ni más bajo que el culo. Si el espacio pide una sinfónica, hay que meter una sinfónica, aunque uno solo puede causar un encanto en la gente con la intensidad de una sinfónica, depende del ángel del momento. A la hora de crear no pienso en eso. Parto de un esqueleto ideológico y estético, y después la musculación va apareciendo sola. Pero sabes como es eso, puedes tener un buen esqueleto, mucho calcio, pero si estás pasado de peso, se te va a joder la columna, o los pies, los tobillos, o las rodillas. Por algún lado fallará la estructura ósea. O sea… (risas) soy trovador, cantautor, soy rocanrolero, soy… Vanito.

Yo hago todo lo que me entre, todo lo que me quepa, soy un panadero, hago la masa, empiezo a meterle cosas, y hago el pan. Soy muchas cosas, porque también soy agricultor, siembro, tiro semillas, y lo que se me da… eso sí, no me gusta el monocultivo. Hasta el último día no se sabe quién es quién, ¿voy a decir quién soy ahora? Ahora, ¿cómo me veo? Un tipo normal. Punto.

P: De los discos, ¿con cuál te sientes más satisfecho? Tengo entendido que estás preparando algo en solitario…

V: Ay, viejo… hace rato estoy con mi disco en solitario, que me lo estoy produciendo yo, en mis tiempos libres. Los discos, nunca se está satisfecho con ningún disco, pero es como… no sé, cada vez que enfrentamos los discos, lo hacemos vertiendo todas las ganas posibles, por eso siempre te gusta el nuevo disco. Ya después te das cuenta y dices: “bueno, aquí hubiera hecho otra cosa”, pero siempre suele suceder eso. Esto es una frase muy manida, pero siempre es el próximo disco el que más le gusta a uno. Siempre lo digo. ¡Eso lo digo porque no estoy promocionando ninguno ahora! (risas).

P: ¿Satisfecho con Habana Abierta?

V: Si chico, no puedes pedir más de lo que te mereces, ni más de lo que te piden. Me parece que las cosas son como son, y ahí están los discos, son etapas, son marcas de evolución. Por otra parte, no creo estar haciendo una música muy diferente a lo que hacía en La Habana. Sigo haciendo el mismo tipo de canción, estamos haciendo lo que quisimos hacer o lo que quisiéramos poder hacer en La Habana, estamos haciéndolo aquí, y eso sin echarle nada en contra a La Habana, colaboramos mucho, y no tenemos frontera con nadie, ni con La Habana, ni con Madrid, ni con Miami. Queremos poder hacer lo que queremos hacer, y para eso hacen falta herramientas. Y a veces estar fuera de casa es una herramienta también.

P: ¿Hay un regreso de Lucha Almada?

V: Capaz que si. He pensado en eso, pero estamos muy lejos los unos de los otros, aquí, Argentina… quizás. Deberíamos hacerlo, ¿por qué no? Por lo menos, el día que nos reencontremos todos los amigos de Lucha Almada, ojala hubiese una batería, una guitarra y un bajo a mano, y unos micros, pa’ escucharnos.

P: Pensando que el núcleo de lucha Almada eran tú y Alejandro. ¿No pensarían nunca hacerlo con gente diferente?

V: No, no lo veo sin Kairús, Gerardo, Angelito y hasta Fernando, el primer bajista que tuvo la banda. Se trataría de celebrar aquello, lo que nunca pudimos hacer. Es que ese disco nunca lo defendimos en La Habana. Nosotros nos fuimos en el 95 a Ecuador por 4 meses, y de pronto estábamos aquí en España. Había pasado un año, y no podíamos regresar porque se nos había vencido todo: pasaporte, visado, eran otras leyes migratorias.

Cuando solo queríamos ir a Cuba, no podíamos ir, por cuestiones de papeles, y cuando podíamos ir en términos de posibilidades, no podíamos entrar. Es como la ley de Murphy: cuando tienes una moneda, no tienes a quien llamar, y cuando tienes a alguien a quien llamar, no tienes moneda, y cuando tienes a quien llamar y la moneda, o no hay aparatos telefónicos, o el único que encuentras está roto”.

P: Cada cual tiene su propia respuesta para esta pregunta, ya lo he estado hablando con Roly Berrío, y con Alejandro Frómeta. ¿Crees que la llamada canción inteligente, la canción de cantautor, la que te hace pensar un poco para interpretar el mensaje, que lleva más de cuatro acordes, está en crisis? ¿Cómo sientes eso, como se maneja en España?

V: Yo creo que la canción solamente inteligente es aburrida por soberbia. Que te sepas tres o cuatro palabras, o acordes, no quiere decir que seas culto, ni que tengas el derecho de pararte delante de los que se sepan solo dos. La música que hago es para ser escuchada y compartida, solo puedo pretender cómplices de mí y de ella. Yo me he aburrido en conciertos de una sinfónica, y me he aburrido con un cantautor. Y me he emocionado y divertido con un cantautor solo en un escenario, como con Gilberto Gil o Caetano Veloso, y también con una banda de rockn’roll contundente como The Police y el propio Sting o los Beasty Boys.

P: Si, pero en este caso, la canción de Sting siempre propone y, contrariamente, hay cierta tendencia del mercado a la canción facilista, ¿no crees?

V: Mira, para gustos los colores, a mí no me gusta aburrirme, ya sea una pintura, una película, un libro, sea lo que sea, y a mi nivel cultural. Yo no voy a ir a ver lo que no me apetezca ver, y no pretendas que la gente se chupe lo que tú quieras que se chupe, porque no es democrático ni justo. Que haya de todo.

P: ¿Para ti hay un balance, hay un equilibrio?

V: Las cosas cogen su justo lugar por si solas, todo se gana su lugar en la vida, hay un lugar y un momento para todo, para todo lo bueno, y para lo malo también. El que quiera Britney Spears lo tiene, lo que no puede ser es que vengas a mis conciertos buscando Britney Spears, porque no te puedo dar eso. Que haya de todo, todo lo que sea expresión cultural, toda.

P: ¿Pero esa gente, tendrá más oportunidades que tú?

V: No sé que decirte. He visto gente viviendo hipotecados, con un coche del año y una casa más grande que la mía, y no son más felices que yo, y he visto gente que tiene muchísimo menos de lo que tengo yo, y pueden ser mucho más felices que yo. El arte es una huella que va dejando la sociedad, y las sociedades diversas crean un arte diverso, la vida es bastante compleja, cada persona un mundo. No tengo nada contra la mediocridad porque mi arte puede ser considerado mediocre en cierto círculo, son términos tan relativos, la canción de autor, la canción inteligente, al final creo que detrás de todas esas nomenclaturas está la industria, buscando gavetas para ver como te vende el disco.

P: Pero… ¿a la hora de transigir, de dejar que el mercado te cambie tu música?

V: Eso es negocio, tú tranzas. Yo puedo quedar contigo en un negocito para una semana, el negocio es trueque, nada nuevo en la historia de la humanidad. El mejor mercado posible es el que te acepta tal cual eres, pero no creo que nadie sea capaz de proyectarse artísticamente por si solo, detrás de cada estrella que ves por ahí, hay equipos copadísimos de gente, equipos de imagen y todo, y son parte de la expresión artística. Así que para mi hay buenos equipos de trabajo y malos, hagan lo que hagan.

P: ¿Me quieres decir que un artista sin talento, sirviéndose de uno de estos buenos equipos, puede llegar a hacer lo que tú haces y más?

V: Sí, pero la historia no lo absolverá (risas). Yo confío en el sentido común, cada átomo de este mundo tiene una historia. Otra cosa es salir en primera plana, o esperar a que las enciclopedias te recojan. La idea es poder levantarte en las mañanas y dedicarte a lo que quieres hacer, disponer de tiempo, hacer lo que te haga sentir pleno. Seas músico, conductor de autobuses, inspector de hacienda y cualquier cosa menos asesino o algo por el estilo.

P: ¿Entonces hay un público para cada canción?

V: Claro que sí. Hay para todos.

P: ¿Y lograrlo tú solo, en una cruzada contra el mercado, es posible?

V: A veces tu arte no le interesa al mercado, por tus parámetros. No creo que haya que estar pintándole gracias al mercado. Si viene alguien pidiéndote la talla 42, no le vendas la 41, porque no le va a servir. Ahora, si vas al mercado y le dices, ‘trabajemos juntos’, es una relación de intereses, qué tengo yo, qué quiere el mercado, la distribución. No puedo criticar al mercado a ciegas, porque gracias al mercado me ha llegado mucha música interesante, y todo lo bueno que consumo para poder vivir. Yo no tengo quejas del mercado y no soy número uno en ventas. Me cae un poco mal esa crítica, se me puede volver en contra. Imaginemos la escena: “¿Quién me lo iba a decir, Tony Motola, que estaría sentado en tu mesa, con lo mal que tú me caías?!” (risas).


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy interesante la entrevista. Cercana y conpreguntas incisivas, queno insidiosas. Muy bueno!

Mandame el borrador, que te lo respondo

Julio
Anónimo ha dicho que…
Muy buena entrevista Felix!!!

Antoinette.

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