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Boomerang: Entre mitos y flautas.
Por Julio Fowler.

2. El 'nuevo sonido' en la música cubana.


Hablar de un “nuevo sonido” en la canción popular cubana es hacer referencia a su propia historia, es hablar de lo que siempre ha sido: un espíritu de renovación, una sensibilidad en permanente movimiento y estado creativo, es hablar de la convivencia simultánea entre tradición y vanguardia, de ese diálogo o alternancia entre la continuidad de un sonido y su ruptura.

Es hablar de un proceso convergente de asimilaciones culturales y estéticas, de una sabiduría abierta siempre que incorpora préstamos y los transforma en un incesante trasiego e intercambio y donde lo único que no varía es esa capacidad de permeabilidad, de innovación y metamorfosis de la experiencia creadora.

Aunque los modelos estandarizados generados por el mainstream o el ánimo conservador de las tradiciones se aferren a sus cánones, reglas, pautas y “raíces”, la música, como el arte, va a ser siempre un ámbito electivo, un espacio de sujetos cuya creación es una búsqueda o una declaración de libertad.

Solo así es posible comprender el significado de una expresión como “nuevo sonido” ya que esta adquiere sentido en el contexto de una cultura que se inventa a sí misma, fabula sobre sí misma y que musicalmente se piensa, se siente y se goza.

Basta observar atentamente el recorrido histórico de la canción para contemplar que nada le ha sido ajeno o extraño, ni siquiera a sus expresiones más criollas y formales, ni siquiera en los momentos más mesurados o en los que el discurso musical y poético se oficializaba casi por decreto, pues venía de maravilla a los arquetipos del realismo socialista.

Desde el nacimiento de la Trova, pasando por la Trova Tradicional, el Feeling y la Nueva Trova hasta nuestros días, elementos musicales y poéticos nuevos procedentes de Europa, Norteamérica, Latinoamérica y el Caribe han ido alimentando ese robusto patrimonio sonoro y lírico que conocemos como música popular cubana.

Es casi imposible que este imaginario se encierre en sí mismo o gire todo el tiempo sobre sí mismo como algunos preferirían. Ni siquiera los “años de bloqueo”, de fractura y decadencia paulatina de la industria han podido lograrlo.

Irakere, Síntesis y Van Van son tres ejemplos emblemáticos y distintos de fusión donde el jazz, el pop-rock y el soul han venido a conjugarse de forma novedosa y armoniosa; síntomas de que el imaginario sonoro insular busca, entre paradigmas occidentales (europeos y norteamericanos fundamentalmente), insertarse en el concierto de la modernidad, hablar sin complejos un lenguaje musical común.

Del mismo modo, la canción trovadoresca que comenzó a emerger en la segunda mitad de los años 80 (los topos y los novísimos)[1] como parte de un fenómeno underground, al margen de los íconos oficiales, ha heredado y se nutre al mismo tiempo de similar poder de sincretismo y mestizaje; de ahí que estemos siempre en presencia de un movimiento heterogéneo, ecléctico, cosmopolita, que experimenta, actualiza y renueva su sensibilidad fusionando nuevos estilos, tendencias y lenguajes en su creación.

Es esa capacidad de cambio el único rasgo que le da cierta uniformidad al movimiento de canción que surge periódicamente en la isla. Esta es una clave de supervivencia, la particularidad de una cultura en cuyo permanente sincretismo radica su propia vitalidad, diversidad y riqueza.

Después de afirmaciones tan rotundas como las de Nat Chediak en su introducción (despertando de sus efectos alucinógenos), ya nos hubiera gustado leer sus argumentaciones más íntimas y profundas, los rasgos y característica de este “nuevo sonido” o comprender las razones por las que Habana Abierta encarna, o es, la representación sonora de casi veinte años de canción.

Sin embargo, ese ejercicio está ausente, es pura especulación y expectativa; es decir que, por ese sutil arte de la tomadura de pelo que es el mito, se pretende comulguemos con semejantes enunciados. Habría que empezar por preguntarle a Nat qué entiende por “nuevo sonido” y qué entiende por “generación”.

No obstante, y al margen de estas definiciones, la atribución de capitalizar el “nuevo sonido de la música cubana” en la imagen y la música de Habana Abierta, además de crear falsas jerarquías, ocultando así otras voces y discursos, contribuye muy poco a plantear un debate interesante respecto a la existencia o no de un nuevo sonido, acerca de la presencia o no de una nueva manera de asumir y hacer canción, cuestión esta sobre la que se ha teorizado escasamente y que sí me resulta sustantiva, pues casi toda la teorización en este sentido termina justo con la producción y el sonido de la Nueva Trova.

Si algo queda claro -al menos para mí- es que más de una experiencia musical, más de un hecho discográfico nos hace pensar y aventurar la hipótesis de que una nueva sonoridad no es propiedad ni pertenencia de esta agrupación, como Nat Chediak nos quiere hacer creer. Una nueva sonoridad en el ámbito de la canción es anterior a Boomerang, antes de ese CD el terreno estaba abonado de antemano y hoy es más fértil todavía.

Si lo que Nat pretendía era antologar el sonido y la voz de una generación, desde luego que por muy plural, interesante y fecunda que sea la experiencia de Habana Abierta, estos no la representan, no la abarcan ni la agotan en toda su complejidad y riqueza.

Sospecho que un nuevo sonido en la tradición de canción de autor es más bien un fecundo parto colectivo, una suma de contribuciones que corresponde a un vasto grupo de trovadores y músicos con los que Habana Abierta coincide y comparte no solo denominadores históricos y culturales comunes, sino hallazgos estéticos, estilos, claves y códigos que, en ese trueque constante de diálogos y préstamos (como lo es el arte de trovar en la isla), han permitido articular un sonido fresco, híbrido, actual, no solo por como se asume la tradición musical, sino por ese espíritu cosmopolita y postnacional que lo anima, de alguna manera diferente al sonido y la poesía que produjo la Nueva Trova.

Según observo, este nuevo sonido en la canción se viene gestando desde la segunda mitad de los 80 en adelante, y se consuma definitivamente con la diáspora. Desde mi perspectiva está relacionado con al menos tres factores y antecedentes:

1) el cambio en la geografía política provocado por el derrumbe de la burocracia estalinista en la Unión Soviética y los países del este de Europa y por tanto, la entrada en la contemporaneidad.

2) el apogeo global de la industria discográfica y su modelo de negocio, la expansión de la cultura pop y el modelo anglosajón que deviene mainstream, la aparición de nuevos referentes culturales y estéticos populares como la presencia del rock argentino y el hip hop.

3) la emergencia de una generación de artistas e intelectuales muy influida por las vanguardias artísticas y literarias del siglo XX y las escuelas filosóficas, lingüísticas y semióticas que inauguran la epistemología posmoderna; generación que comienza a expresar su malestar y descontento con la situación social y política reinante en la isla.

Atrás quedaron los años de compromiso político con la Nueva Trova; la estructura burocrática que durante un tiempo organizó de forma militante la pertenencia al movimiento popular de canción, para disolverse en una macro organización llamada Asociación Hermanos Saíz.

Este conjunto de referentes históricos, culturales y éticos, signo inconfundible de los nuevos tiempos, señales inequívocas de la expansión del capitalismo, anuncio súbito de la postmodernidad y antesala de la globalización, va a encontrar salida, su adecuada canalización y forma de expresión musical en una dialéctica de asimilaciones y rechazos que, en un mismo escenario, encuentra a múltiples protagonistas. Habana Abierta es tan solo uno de sus vértices.



[1] “Topos, Novísimos”: Sospecho que son términos tal vez acuñados por el periodista Joaquín Borges Triana para denominar a una promoción de trovadores underground que emergieron a la canción a mediados de los 80, entre los que se encuentran Adrián Morales, Evaristo Machado, José R. García, Pavel Urquiza, Raúl Torres, Rubén Aguiar, Amaury Gutiérrez.

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