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Acordes y recuerdos de la polipoesía que electriza

Acordes y recuerdos de la polipoesía que electriza

Cuando vemos la poesía como puerto donde van a recalar todos nuestros sueños, cuando no hay espacio reducido que nos ate a la realidad más perentoria, y la poesía funge solo como esa llama eterna que aviva todo lo onírico, entonces entendemos esa comunicación imprescindible entre teatro y poesía.

Mi mala memoria ha reciclado esta frase que tal vez leí en algún lugar, pero nunca es tan inservible como para no traerla de vuelta cuando con gusto tropiezo con reafirmadores de esos vínculos indisolubles entre las dos artes mencionadas.

Por eso disfruté tanto de Versos y Cuerdas, espectáculo presentado por la actriz Dhapné Porrata y el cantautor Roly Berrío (Cuba), con la colaboración estrecha de la poetisa Raquel Ortiz (España) en el Centro Cultural Cubaneando, enclavado en una zona céntrica de Madrid.

“La poesía,” dijo el poeta y novelista cubano José Lezama Lima, “es un pneuma universal. Todo lo creado, transformado transformante, es poesía. Poema es la concreción en el tiempo de ese espíritu que aparece desde los orígenes flotando sobre las aguas. Y poeta es la descarga eléctrica que se establece entre poesía y poema, como si el poeta sintiese de súbito en el plexo solar la electricidad que le comunican los dos extremos de las manos.”

Aquel día, la electricidad no sólo se sintió entre los protagonistas de esta aventura performática, sino que se extendió por todo el local del Centro Cultural Cubaneando, inundó al público asistente y hasta alcanzó la calle, donde algunas de las personas que pasaban se detenían para husmear por los cristales hacia adentro, como intuyendo que algo muy hermoso se estaba desencadenando en ese mismo momento.

Es imposible imaginar un texto poético sin vida, sólo existente en el símbolo gráfico, sin nunca pasar a ser parte de nuestras acciones diarias, del cotidiano bregar. Ya lo dijo el poeta italiano Enzo Minarelli, uno de los precursores de lo que se ha dado a llamar “Polipoesía”: apoyándonos en la poesía sonora como punto de partida, podemos establecer relaciones con la música, la mímica, el gesto, la danza, la imagen, la luz, el espacio, las vestimentas y los objetos, enriqueciendo así el mensaje del espectáculo en vivo.

Como sabios tejedores de toda esta magia, los tres conspirantes contaron un poco sobre cómo lo “transformado transformante” influye en su pasado, presente y futuro, y cómo el sentimiento profundo que profesan hacia la poesía los unió para este proyecto.


Dhapné

“Hice las pruebas para entrar al Instituto Superior de Arte (ISA) en La Habana, para estudiar actuación, y no las aprobé,” me dijo Dhapné una tarde mientras preparábamos un congrí en mi cocina. “Fue a principios de 1994, y estaba en 12mo grado. Primero me dijeron que había aprobado, pero después resultó que me quedé fuera. Me desilusionó un poco, pero estaba decidida a ser actriz. Entonces me fui para La Habana, a hacer teatro por mi cuenta”, me relató la camagüeyana.

Ariel Bouza, proa del grupo de teatro cubano Pálpito, apostó por ella y la escogió para la puesta de Los Juglares de Fandeli, en 1996. “Hice muchas obras, sobre todo teatro infantil, ya después comencé a hacer teatro para adultos, y comedias,” me dice.

Antes de eso, fue “la koljosiana” (con la hoz en mano y todo) en La Perestroika, y “la damita”, el único personaje femenino de Los Bocadillos Equivocados, ambas obras humorísticas del grupo La Leña del humor de Santa Clara, en un Festival Aquelarre en 1991.

El trabajo en grupos de aficionados, y después con Pálpito, la curtió lo suficiente como para trabajar de profesora de teatro en escuelas primarias de la capital cubana. Su paso por Juglaresca Habana también inspiró su posterior trabajo en 2002 con Gigatería, más conocidos en el mundo cultural como “los zanqueros de la Habana Vieja”.

“Con Gigatería hacía poesía callejera. Me caía tanto con los zancos que decidieron que no me subiera más en ellos para protegerme. Mi personaje era el de una musa callejera que se llamaba Macusa,” rememora.

La lectura de “Casa propia”, una obra de Dolores Prida, por allá por febrero del año 2004, estremeció a ciertos puristas, más por ser una propuesta proveniente de la pluma de una escritora exiliada que por otra cosa. Por aquel entonces, y como era habitual, la Fundacion Ludwig acogió a los osados, entre ellos Dhapné, quien hacía de Fanny, una anciana italiana.

“Me fascina la narración oral, el arte de contar, y haciéndolo me gané el segundo premio en un Festival de Narración de la UNEAC Contarte.” Con su propio grupo La Piñata también obtuvo premio en una de las ediciones del Festival Unicornio.

“Versos y Cuerdas era una idea que venía de Cuba, donde hacía cosas parecidas con varios trovadores. Con Kinde, con Pucho, con Leonardo Sánchez ya había hecho proyectos parecidos,” pasa lista mientras sazona la comida. Sus ojos vivaces destellan con los recuerdos. Su sonrisa casi perenne, de las que no se borra fácilmente, siempre trasmite una energía cálida, al igual que su gracia para contar o recitar.

“La suma de la poesía de Raquel y la mía, más la música de Roly, surgió casi espontáneamente,” me cuenta. “Le habiamos propuesto a Vanito Caballero unirse, pero no pudo ser debido a sus compromisos con Habana Abierta”.

“Para mí fue como un experimento”, me explica, “quizás un salto cualitativo en comparación con lo hecho anteriormente. Por ejemplo, el espectáculo El país de los ningunos, en la Casa de la Poesía de La Habana, tenía mucho trabajo en cuanto a escenografía, mucha más poesía o performance poético, pero esta vez hubo que cambiar un poco los códigos, porque está dirigido a un público diferente.”

Dhapné no hubiese parado de hablar, de lo bien que se siente conversando, si no hubiese sido porque tenía que irse a la cama. O sea, a “La Cama”, obra de teatro sensorial que presenta con el grupo español Teatro en el Aire, todavía en cartelera. Claro, nunca antes de acabarnos el congrí con gusto criollo.



Raquel

La literatura sobre temas afrocubanos fue su puerta de entrada a Cuba. Esa gran figura de luz que fue Fernando Ortiz, la música cubana y dos visitas a la mayor de las antillas bastaron para enamorarse.

“La cultura cubana es totalmente diferente”, me explica como si no le fuera a creer desde la primera frase. “Aunque digan que los españoles nos parecemos a los cubanos, no tenemos nada que ver, en todo y en nada en particular. La forma de expresarse, de comportarse, en la escala de principios e ideales...”

“A mi me llamaba la atención”, prosiguió, ahora esbozando una sonrisa pacificadora “que los orishas eran muy humanos: comen, beben, bailan, cometen errores... eso no ocurre en la religión católica, que es otro tipo de religión, de filosofia de vida, es distinta. Pude ir a Cuba a ver todo eso, y siento que tiene mucho que ver conmigo.”

Lo que escribe esta cubana por adopción -o por cuenta propia- sobre temas cubanos, ya sea música, arte en general, religión o humor, puede hallarse en el portal de Conexión Cubana en internet.

De su alter-ego, el personaje de Pancrasia que se explaya tanto criticando como ironizando sobre todo lo que le rodea, me dice: “es una cubana loca, promiscua y liberal”. Al estar insertada en un medio como Conexión Cubana, a la hora de escoger el lenguaje, Raquel se decanta por los términos más cubanos para comunicar.

A la pregunta de cómo llegó a Versos y Cuerdas, me dice: “Surgió cuando conocí a Dhapné casualmente y me enseñó su poemario, otras cosas que había escrito y me propuso unirme.”

“Lo mío fue un acicate,” añade, “una participación pequeñita, porque los artistas son Dhapné y Roly. Pienso que la poesía no solo hay que escribirla, sino sentirla. La persona que la recita o la canta tiene que tenerla incorporada, si no, no funciona. Y ellos lo hicieron, confiaba en que iba a salir bien, y quedó tan bien que me encantaría que se repitiera”.

Raquel es crítica al extremo con el machismo (“los hombres”), el sectarismo, la cultura y la política, por eso a veces no la veo tan lejana de la misma Pancrasia. Parecería que para ella escribir es un mal hábito, algo compulsivo, como un tic. Empezó a defender la poesía a los 17 años, y no ha dejado nunca de cobijarla. No titula sus poemas, y lo primero que escribió fue para un concurso, algo “que luego nunca mandé, una historia extraña sobre un toxicómano”. Mas me confiesa que tiene una novela escrita, esperando en una gaveta, escondida.

Nuevamente Lezama viene a mi mente con aquella frase recogida en uno de sus diarios: “El secreto de la poesía está dicho a voces. Sólo que no se puede oír con los dos oídos. Siempre serán preferibles ojos y oídos alternos.” Tanto para dialogar con Raquel como para leer su poesía, por favor, de paso, aguce los demás sentidos alternos. Va a recordar este consejo.


Roly

Solo un animal épico de la ‘novísima’ trova, un bicho fuera de serie como Rolando “Roly” Berrío, era capaz de decir sí a un proyecto tan loco.

Roly es un producto de las descargas y tertulias de la capital villaclareña, las cuales contaban con cantautores como Amaury Gutiérrez y Julio Fowler, por sólo mencionar un par.

Estudiaba Licenciatura en Música, junto a Levis Aliaga y Raúl Cabrera, cuando se les ocurrió formar un trio al que denominaron Enserie, guiados por un concepto musical totalmente novedoso que bebía tanto de la vieja trova como del rock, el blues y el jazz.

Este fenómeno explícito en el aprovechamiento del más legítimo legado de la música universal de todos los tiempos, fue bautizado por el critico musical Joaquín Borges Triana como “reevaluación identitaria”.

Al decir de este crítico cubano, “músicos como los de Enserie provocan y transgreden desde (…) la autonomía del arte, donde la metáfora, la alegoría y un conjunto de figuras retóricas pueden encubrir y enmascarar las ideas más complejas y (…) servir a los fines de mantener nuestra sempiterna tradición crítica.”

Roly considera que “la canción no sólo es la música, sino todo lo que la envuelve, desde cómo la cantas hasta cómo la presentas”.

Este actor devenido en trovador integraba un grupo de teatro, y de aquí que un aspecto sobresaliente del trabajo de Enserie era el “sentido lúdrico de su propuesta,” mostrando un montaje que apelaba a “resortes teatrales para establecer una rápida comunicación con el público, el cual es llevado por los artistas a participar de manera interactiva en la canción.”

Este enfoque performático, que convierte al público en participante activo del hecho cultural, también transforma a los protagonistas en artistas totales, que echan mano de todos sus recursos histriónicos para hacer del espectáculo un gozo total de los sentidos.

“Roly le dió mucha vida, mucha fuerza, humor y el esencial toque cubano,” me dijo Dhapné, cuando le pregunté sobre el aporte de su contrapartida en escena.

Gracias al duende de la coincidencia, todo lo que logré de Roly fue la anti-entrevista: mucha cerveza e interesante conversación sin la presencia de una grabadora, muy buenos momentos compartiendo opiniones, y la resaca que borra toda frase que pueda servir para un artículo.

Ahí están sus trabajos, y poco tendría yo que agregar a todos los comentarios ya hechos sobre sus lauros, pero siempre es bueno mencionar que su más reciente acierto fue la participación como actor de reparto en la película “Habana Blues” de Benito Zambrano, donde compuso dos temas (“Caridad” y “El Rap del Rolo Ratero”) de su premiada Banda Sonora Original (Premio Goya 2006).


Versos y cuerdas

Según Lezama, “la poesía ve lo sucesivo como simúltaneo”, de ahí que la estructura en tres etapas de la historia funcionara como escenas de una misma película.

Esencialmente, la historia a desarrollar era la de una pareja con diferentes formas de ver la vida, que pasa por tres etapas. Al personaje de Roly le interesa más “la lucha interior, lo personal, la vida interna.” El personaje de Dhapné se debate más entre “la lucha exterior, la forma de interactuar con el mundo, la gente, lo social.”

El plateamiento no era sencillo: ninguno de los tres había escrito nada pensando en trabajar juntos, eran tres cabezas completamente distintas, que no tenían nada que ver en el momento de la creación, y “tratar de unir eso fue interesante.”

Las dudas aparecían en preguntas muy difíciles de responder. Cada discusión les aportó mucho, y fueron, según me consta, encuentros fuertes, donde diferían a la hora de situar una jerarquía de importancias: a uno le interesaba más la respuesta del público, mientras que a otro el mensaje. Se crecieron al pesimismo de las primeras horas tratando de cotejarlo todo, y en un final funcionó tan bien que con sólo miradas ya sabían como torcer en el camino que iban haciendo al andar.

En la primera etapa, la pareja se conoce mientras asisten a una manifestación, y el escenario sugiere la gente que pasa, actuando siempre de barrera entre los dos. Esta etapa contiene el planteamiento político-social, la definición de la lucha de los personajes.

De ahí se va a la reclusión en la burbuja interior de cada cual, momento logrado a través de un segundo escenario y la separación de los personajes espacialmente. El personaje de Roly abandona la lucha y, en un ataque de rabia, el personaje de Dhapné destroza todo a su alrededor.

La siguiente etapa es la de la confirmación de la pareja, la respuesta al por qué están juntos, el juego sexual y el momento idílico: después de rechazarse se encuentran, se aman, se entienden.

La siguiente y última etapa es la del cansancio, la desilusión, la decepción de cada miembro de la pareja con lo que hace el otro. Esta vez es el personaje de Dhapné el que abandona la lucha.

“Cada etapa individualmente tiene su mensaje, hay muchos mensajes insertados, no creo que sea solamente un mensaje global. Al final, cada uno con sus miedos y sus conflictos, sus decaídas, depresiones y momentos de energía, terminan decidiendo tratar de avanzar juntos y tratar de entenderse aunque no tengan nada que ver uno con el otro,” concluyó Dhapné.

Gracias a Sergio Catá, quien estuvo a cargo de la dirección artística, y a Eva Fernández, quien se encargó del decorado y la escenografía, surgieron muchas propuestas que fueron puliendo la puesta, pero lo decisivo fue la valentía a la hora de asumir el espectáculo, ya que el ensayo general fue la misma presentación, hasta ahora única.

“Estoy muy contenta con el resultado, pero sé que pudiera darse mucho más. Me gustaría hacerlo en un espacio más amplio, por supuesto, con más público, en alguna sala de teatro alternativa,” me confesó Dhapné, y a mí, como a aquel público electrizado, también me gustaría asistir a esa nueva función.



Listado de poemas y canciones utilizados en la obra:

1. TOCA MORIR, MUSICA Y LETRA ROLANDO BERRÍO.
2. CONTRA NATURA, DEL POEMARIO "ESTAMPAS NOCTURNAS" RAQUEL ORTIZ
3. PAÑUELOS NEGROS, MUSICA Y LETRA ROLANDO BERRÍO.
4. LUCHA, DEL POEMARIO "PLAGIO A MI MISMA" DHAPNÉ PORRATA.
5. GUADAÑA PLATEADA, MUSICA Y LETRA ROLANDO BERRÍO.
6. DIME, DEL POEMARIO "PLAGIO A MI MISMA" DHAPNÉ PORRATA.
7. LA CASA DE MUJER, MUSICA Y LETRA ROLANDO BERRÍO.
8. LA PUERTA, DEL POEMARIO "ESTAMPAS NOCTURNAS" RAQUEL ORTIZ
9. TANTAS VECES TE LO HE DICHO, MUSICA Y LETRA ROLANDO BERRÍO.
10. TENDIDA CON EL CONTRARIO, DEL POEMARIO "ESTAMPAS NOCTURNAS" RAQUEL ORTIZ
11. EL OFICIO MÁS ANTIGUO DEL MUNDO, MUSICA Y LETRA DE ROGELIO BOTANZ INTERPRETADO POR ROLANDO BERRÍO
12. APESTO, DEL POEMARIO "PLAGIO A MI MISMA" DHAPNÉ PORRATA.
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14. ME EMBEMBO, DEL POEMARIO "PLAGIO A MI MISMA" DHAPNÉ PORRATA.
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